Resumen:
La educación asumida como la posibilidad de potenciar el desarrollo de las dimensiones intelectuales, afectivas, sociales y morales de los sujetos, debe estar centrada en la condición humana, concebida como aquello que hace humano a lo humano (Arendt 2007), reconociendo en la misma además la importancia de los tejidos de relación y su influencia en el desarrollo como personas y seres humanos.
Sin embargo, en esta misma dinámica de la educación como forma de interacción social, así como puede entablarse un verdadero encuentro con el otro, puede hacerse presente también su desconocimiento y negación, haciéndose presente la intimidación concebida como relación asimétrica en la que una parte del vínculo con el otro asume el dominio y manejo del poder y la otra parte asume un rol pasivo, de sumisión, negación e invisibilización de su propia identidad.
A pesar de que como dinámica social, la intimidación no está excluida de los contextos y escenarios propios del encuentro con el otro, así como de los sistemas creados como seres humanos, tales como la política, la economía, la cultura, la religión, la educación, entre otros; en la escuela, al ser un lugar de encuentro con el otro, se visualiza también de manera alternativa un lugar perfecto para el diálogo y la cooperación, para el encuentro y la intimidad donde la comunidad educativa posee tiempo y espacio para la transformación y la ruptura de las dinámicas de poder e imposición que generan tantas desigualdades e inequidades en nuestro país, buscando no repetir los mismos errores heredados por generaciones pasadas.
Desde esta perspectiva, se contempla el tiempo y el espacio de la escuela, como alternativas que deriven procesos educativos y a la vez sociales que permitan nuevos rumbos y transitares a partir de la alteridad, la cual se hace posible cuando hacemos conciencia del otro, cuando el otro nos importa, cuando lo dotamos de valor, cuando el otro deja de ser una cosa y pasa por el lenguaje a configurarse en un sujeto, al menos para sí mismo y para el yo con el que se relaciona. Es así que como seres humanos, se ha entendido que buscamos al otro para identificarnos y reconocernos, porque es a partir del otro que también podemos existir.