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Para esta época, la academia y formación universitaria tenía un componente burocrático, noble, militar y de elite; de donde la iglesia católica hacia parte. La fe tenía que ver con el tipo de formación que se escogiese, y todo estaba diseñado para la continuidad de la burocracia, aunque lo comercial no ocupaba ningún lugar en dicha preparación profesional. Para permanecer en la burocracia, y conservar la directriz familiar y el propósito de la conservación del poder para los nobles; los jóvenes hijos de nobles debían prepararse en las disciplinas de las letras, teología y la jurisprudencia; esto se daba por el altísimo control que tenían sobre los recursos, y por tal razón, los otros sectores de la población veían como sus sueños se desvanecían y les tocaba estar lejos de la preparación técnica; esto sumado a la falta de desarrollo del país, las vías, la poca cultura científica y una muy pobre demanda de tecnología. De esta manera se le abrió paso a las primeras universidades coloniales, pero seguían bajo el control religioso. Dichas universidades fueron la Santo Tomas y la Javeriana; quienes incorporaron la contabilidad en los programas anteriormente mencionados, pero dictados de una manera superficial y poco objetiva; simplemente se incorporó como elemento de la preparación, pero no como disciplina; porque aun cuando el estado necesitaba la presencia de un especialista contable, este debía ser traído del exterior; inclusive en 1842 se envió un comisionado a Europa para que se preparara en la contabilidad de las rentas públicas; lo que llevo en 1849 a reglamentar los libros: Diario y Mayor. (Humberto Cubides C, 1994) |
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